Generaciones de Sabor: La Centenaria Panadería ‘Don Pepón’ en el Corazón de Juchipila
Por José Juan Llamas Saldívar
Juchipila, Zacatecas.- En el corazón de Juchipila, la panadería «Don Pepón» se erige como un venerable símbolo de tradición y calidad. Con casi un siglo de historia, esta panadería familiar ha resistido la prueba del tiempo, conservando el auténtico sabor y aroma del pan original que ha deleitado a generaciones de locales y visitantes.
La historia de «Don Pepón», José Luis Alcocer Rodríguez, se remonta a sus bisabuelos, quienes fundaron la panadería y sembraron las semillas de lo que se ha convertido en una tradición familiar de cinco generaciones de panaderos. Desde los doce años, Don Pepón, con su nombre ligado al establecimiento, ha llevado la antorcha de la panadería, comenzando como repartidor y eventualmente asumiendo el liderazgo.
La panadería es una obra maestra artesanal, donde la gente se aventura hasta el horno para elegir entre una amplia variedad de piezas, desde conchas hasta bolillos, pasando por molletes y la afamada «reina del xuchitl». Incluso, sus panes han cruzado fronteras y llegado hasta Alemania, testamento del exquisito sabor que ha perdurado a lo largo de los años.
El equipo conformado por cuatro panaderos y ayudantes, con Carina Alcocer Veloz al frente en la administración, garantiza la continuidad de la excelencia en cada pan horneado. Aunque Don Pepón ahora se dedica principalmente a la supervisión, la panadería sigue siendo un lugar de labor ininterrumpida desde las primeras horas del día. Carina compartió que el horario de trabajo, es de 2 a 8 de la mañana, -esto- es un testimonio del compromiso que tienen con esta tradición que está próxima a celebrar un siglo.
La panadería, situada en el centro de Juchipila, a pasos del Palo Verde, se ha convertido en más que un lugar para satisfacer el paladar. Es un refugio donde la comunidad se ha unido para preservar y enaltecer una tradición que ha resistido al paso del tiempo. La importancia de panaderías como «Don Pepón» radica en su capacidad para no solo alimentar cuerpos, sino también para alimentar el alma de un pueblo, manteniendo viva la magia de la elaboración artesanal del pan.