ColumnasDr. Guadalupe Estrada R.

El hubiera.

El hubiera.

Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez.

Todos sabemos que “el hubiera” no existe. Sin embargo, siempre son válidas las reflexiones sobre aspectos o circunstancias que no pasaron, pero que debieron suceder de esa hipotética manera que no sucedieron (valgan las redundancias en estas atrabancadas, que no cerriles, plumas).

Nos hemos enterado que de manera reiterada e intermitente que muchos (bastantes, diríamos) de los juzgadores que fueron electos mediante voto popular están renunciando intempestivamente, sin previo aviso, pues, sin justificación alguna, tampoco, a sus puestos. Las artes adivinatorias no se nos dan, ídem, pero podemos lanzar una conjetura maquiavélica: no pueden con el encargo por supina ignorancia e incapacidad en la altísima encomienda que la sociedad tiene asignada a un juzgador.

Por ello reiteraremos la importancia de la llamada carrera judicial, pues esta permite valores democráticos en lo que se pueda preciar de ser un Estado de Derecho: independencia, competencia, estabilidad y confianza en el sistema de justicia. Sin estos presupuestos los jueces podrían depender de intereses políticos o personales, afectando la imparcialidad y credibilidad del sistema.

La garantía de independencia judicial se da debido a que juez que ha hecho carrera dentro del Poder Judicial no depende de políticos para obtener o conservar su puesto. Su estabilidad laboral le permite decidir conforme a la ley y la justicia, sin temor a represalias ni necesidad de complacer a nadie. Esto fortalece la separación de poderes, pilar de cualquier democracia constitucional.

El profesionalismo y competencia se dan naturalmente debido a que carrera judicial incluye formación continua, evaluaciones de desempeño y requisitos técnicos para ascender. Esto crea jueces capacitados, éticos y con experiencia en distintas materias del derecho. También se evita que lleguen al cargo personas sin preparación o nombradas solo por criterios políticos.

Los jueces de carrera permanecen en el sistema a largo plazo, lo que crea coherencia en la jurisprudencia y confianza pública. Se evita que cada cambio de gobierno implique también cambios arbitrarios en los tribunales.

La carrera judicial también abona al combate a la corrupción y el clientelismo, ya que al basarse en concursos de oposición y evaluaciones objetivas, reduce la discrecionalidad en los nombramientos, disminuyendo al mismo tiempo los incentivos para la corrupción interna o para la influencia de intereses externos.

Los jueces de carrera suelen desarrollar una cultura judicial sólida, orientada a la defensa de los derechos humanos y el Estado de derecho. Se construye una identidad profesional que da sentido y ética al ejercicio del Poder Judicial.

Sé que los escépticos y críticos destructivos dirán: el hubiera, no existe, amigo no amigo. Sin embargo estoy convencido de que algún día, no muy lejano, y estos ojos lo verán, regresaremos a este sistema aquí esbozado. Al tiempo.

Correo Electrónico:

[email protected]