Santa Anna vive.
Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez.
Ya sólo faltó que le pusiera el título a esta perorata: “¡Viva el dictador Santa Anna!”. Pero de eso no se trata la presente, es algo parecido, pero con consecuencias en el tiempo que sufrimos hasta nuestros días los que tenemos la mala suerte de ser contribuyentes (pagadores de impuestos, pues) de estas irracionalidades modernas, propias de la época de las distopías cuánticas y las post verdades absolutas.
Estoy leyendo un artículo en este mismo diario donde se publica la presente, “¿Porqué Santa Anna cobraba por tener ventanas? La razón del extraño impuesto”. Refiere la nota que este Presidente de México no sólo cobraba a los habitantes del país una contribución atendiendo al número de ventanas y puertas que tenían sus viviendas, sino, además, a aquéllos que tuvieran perros y caballos. De tal suerte que el cobrador de impuestos pasaba cada mes a su casa, le contaba las puertas, ventanas, perros y caballos que tuviera y con base en ello les requería el puntual pago de su contribución a los gastos públicos. Quienes más puertas, ventanas, perros y caballos tuviesen en propiedad, pagaban más, simple. “Dicha medida fiscal la decretó “su alteza serenísima” el 9 de enero de 1854, y su propósito era gravar la cantidad de puertas de cada casa, incluyendo zaguanes o cocheras y ventanas o balcones”.
Vistos estos tributos a la luz de nuestras supuestas racionalidades contemporáneas, se antojan de una locura o paranoia inconfesables, absurdas y surrealistas, pero en aquél entonces se cobraba y se exigía con la fuerza del Estado. Era lógico suponer que muchos contribuyentes, para evitar esta insensatez de pagar impuestos sin que existiera una base racional para establecerlos, pues lo que hacían era “tapiar” puertas, ventanas y cocheras, y, además, deshacerse de sus perros y caballos.
En la actualidad se considera que un contribuyente debe pagar un tributo al Estado cuando se demuestre que tenga una fuente de riqueza, es decir, si tengo ganancias por un millón de pesos, lo justo es que pague un porcentaje de esa cantidad, si tengo una casota que vale varios millones de pesos, lo racional es que pague un porcentaje razonable por los servicios que me da el Estado, y así, ad infinitum y ad nauseam.
Sin embargo no se crea que en estos momentos cantamos mal las rancheras, pues existen impuestos muy similares y parecidos al de las puertas, ventanas, perros y caballos de Santa Anna, y si no lo cree, analice simplemente el llamado Impuesto Sobre Nómina (ISN) que es un impuesto estatal que existe en todas (creo) las entidades mexicanas y donde a un patrón se le cobra un porcentaje (de alrededor del 3 o 4 %) sobre los pagos que por sueldos realiza a sus
trabajadores, es decir, para explicarlo con manzanitas, se le cobra a un empleador por tener trabajadores a su cargo y pagarles, es decir, se le castiga por ello, y, además, se le grava un gasto, no un ingreso, lo que en si es absolutamente irracional e inconstitucional per se, al no gravar una fuente de riqueza, sino una erogación. Te cobro y castigo por dar empleos, pues.
¿Usted cree que con estos tributos México va a salir adelante, a crear más empleos, a producir más riqueza? Es como si quisiéramos apagar un fuego aventándole gasolina.
Por eso decimos: Santa Anna vive.
Correo Electrónico:
estradagp@hotmail.