Más sobre El Padrino.
Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez.
En la colaboración pasada realizamos la introducción del libro “Las 50 Leyes del Poder en el Padrino” (Editorial Catalonia, 2020) de la autoría de Alberto Mayol, realizando algunas alusiones particulares a esta parte inicial, y donde se abordó el concepto de “poder”. Tocará ahora, si el atento lector lo permite, reseñar algunas (poquísimas) de esas 50 leyes sobre el poder que nos parecieron en extremo importantes abordarlas en estos torcidos renglones, permitiéndosenos, al igual que en la ocasión precedente, ciertas libertades a estas comparecencias literarias, en el sentido de no entrecomillar las citas que son textuales, ni separar las que no lo son, pues creemos que la finalidad última de estas líneas es simplemente despertar la curiosidad de quien esto observa para que, si luego lo estima pertinente, adquiera el libro y lo disfrute a plenitud, como esos textos que vale la pena leer en esta ingrata y terrenal existencia antes de partir de la misma, como es el destino final de todos nosotros. Hechas estas pertinentes aclaraciones, entonces procederemos sin más.
Ley número 7. Si un estúpido controla un imperio, tú puedes tomar ese imperio. A menos que seas más estúpido que aquel que controla el imperio (y no lo sepas). Es decir, si un inútil ha logrado el poder en un sitio determinado, esa realidad no sólo habla del inútil, sino del sitio y de todos sus habitantes, siendo en este contexto vigente la máxima aquélla de que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. De manera constante observamos, inclusive en pláticas informales con los amigos, las devastadoras críticas que se emiten en contra de los gobernantes en turno, calificándolos con adjetivos que no me atrevería a anotar en este momento, y sin embargo, y debido a ello, siempre nos debe quedar la duda de si uno no será más tonto que aquellos políticos a los que estamos criticando y, el problema en el fondo es que aún no lo sabemos.
Ley número 16. Que tus actos sean predecibles en tiempos de paz e impredecibles en tiempos de guerra. En tiempos de paz, y en el marco de una relación con quien se quiere tener paz, usar el factor sorpresa es una muy mala idea. Los tiempos de paz se construyen otorgando predictibilidad a las propias acciones. De esta manera se evita que una acción sea interpretada como hostil. O bien que una acción puede generar suspicacias, por ello es importante avisar y explicar nuestra conducta a quien pudiera tomarla a mal.
Ley número 2. La pasión es enemiga del poder. La conducta pasional, destemplada, y el temperamento bilioso, aún cuando pueden ser grandes orientadores de la voluntad y dotar de energía psíquica el actuar individual, son lastres para el proceso de acumulación de poder. Es que la pasión es el desborde, carece de estrategias y tácticas, es una explosión incontrolada, siendo entonces que el arrebato es poco inteligente, ya que además es dañino para el proceso de construcción conjunta de una solución. Nunca odies a tus enemigos, ya que eso te nublará la razón.
Ley número 21. La arrogancia es el mayor pecado del que administra el poder. Todos sabemos que una persona arrogante toma para así honores que le son ajenos, o bien, exagera sus propias capacidades intelectuales. La arrogancia no sólo disminuye el poder, lo ahuyenta de manera irremisible.
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