ColumnasDr. Guadalupe Estrada R.

Sólo Sobre Democracia.

Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez

En las postrimerías de los años treinta del anterior milenio, antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad, y las naciones en particular, sólo tenían tres sopas para establecer la organización jurídico política en que consiste el Estado Moderno: la Democracia, el Socialismo y el Fascismo. En aquél contexto, era de todos conocido que los Fascismos en Europa surgieron como una reacción extrema a la intentona comunista de hacerse del poder en varios países. Por razón de una complejidad histórica hasta ahora poco entendible, las Democracias se aliaron con los Socialismos para derrotar a los Fascismos, y una vez que los vencieron, continuaron entre ellos un conflicto que se conoció como la Guerra Fría.
Formalmente y en el papel de los historiadores, los Comunismos fueron ideológicamente sepultados con la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, quedando unos estropicios que no sabemos actualmente cómo calificarlos, pues en realidad se transmutaron en capitalismos de Estado, con tintes de capitalismo de cuates, cimentados regímenes de gobierno autocráticos, autoritarios y verticales, y cuyos representantes en esta tierra son Rusia y China.
Actualmente estamos pasando por una situación política planetaria muy similar a la que existía en los albores de la Segunda Guerra Mundial, pues podemos clasificar en tres bloques globales los sistemas de gobierno en funcionamiento: las Democracias, los Estropicios del Socialismo y los Novísimos Populismos.
Emulando, mutatis mutandis, al Maestro Aristóteles, diríamos que existen seis tipos de Constituciones en las cuales se pueden organizar los Estados y ejercer las formas de gobierno, y que serían tres configuraciones puras, perfectas o justas: la Monarquía, Oligarquía y Democracia; y tres modos impuros, imperfectos o injustos: la Tiranía, Oligarquía y la Demagogia, esta última clasificación en la cual podemos ubicar a los actuales Populismos, que, valga decir, y reiterar y volver a comentar, si ello fuere necesario cuantas veces sea, no es una forma nueva de ejercer el poder, pues ya desde la Antigua Roma existieron sujetos y formas de gobernar que se clasificaron como “populistas”, y allí tírense un clavado a la historia de esta ciudad itálica, con Julio César, Mario, o los Gracos, que ya en sus estrategias políticas pusieron por adelante los sentimientos y necedades (no necesidades) del populacho para hacerse momentáneamente del mando, siendo que, jamás de los jamases, en ninguna historia, de ninguna latitud o altitud, estas aventuras populistas han terminado bien, sino al contrario, han finalizado en hambrunas generalizadas, pobrezas irreparables, ilusiones destruidas, tesoros gubernamentales derrochados, y cientos de etcéteras negativos, y, en el caso de César, allí consulten los acontecimientos del Senado Romano en los Idus de Marzo para que una idea muy clara tengan del final de esas películas de horror social.
Por ello, dígasele lo que se diga, y se desgarren las vestiduras que se tengan que desgarrar, para nuestras supuestas o imaginarias modernidades, podemos decir que no cabe otra forma deseable de gobierno que la Democracia, entendiéndose esta la decisión informada en los asuntos relevantes del Estado por parte de las colectividades, que también habrá que aclarar, no identificamos mecánicamente a la Democracia con simplemente el derecho a voto, o existencia de elecciones, que este es un solo aspecto de esta forma de gobierno, sino, más bien, adicionar a esa decisión por medio del sufragio, que debe ser informada, consciente, orientada, así como el establecimiento de una estructura y sistema de organización estatal donde sean efectivos los postulados de un Estado de Derecho, de instituciones sólidas que vengan a resolver los problemas de las generalidades, al funcionamiento de un sistema de pesos y contrapesos gubernamentales, la división de poderes, el respeto a los derechos humanos, las garantías individuales, la libertad de pensamiento, de manifestación, de expresión, la libertad de verdad de comercio, de industria, para que el poder descanse en estructuras, y no en personas, en el Derecho y no en caprichos, y donde también exista competencia real en un sistema capitalista, de libre mercado, y muchos etcéteras adicionales.
Lo anterior, para crear condiciones para un desarrollo pleno de los individuos, con igualdad de oportunidades, donde los proyectos de nación recaigan en instituciones, y no en personas individuales o grupúsculos, donde se impida que el poder se concentre en un solo Hitlercito De Barrio, y por ello, que los sujetos puedan ejercitar al máximo sus libertades y capacidades, pues el ser humano y no los grupos de poder, ni mucho menos el Estado en sí, debe ser el centro de respeto y asignación de derechos o garantías.
Esa es la idea de Democracia que concebimos.
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