ColumnasDr. Guadalupe Estrada R.

Populismo Judicial.

Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez

Si bien es cierto que en México en particular, y en los países latinoamericanos en general, hemos recibido históricamente varias dosis de populismo desde tiempos inmemoriales, siempre habrá que aplicar la máxima aquélla que dice que nadie escarmienta en cabeza ajena, es decir, que hasta que el niño no pone la mano en el comal ardiente y en apariencia inofensivo, sabrá el significado de las estupideces primeras. Sin embargo, en los tiempos que corren,  ya nadie podrá decirse engañado de lo que este concepto significa para todos los aspectos prácticos del devenir cotidiano, pues ahora, como nunca antes, esas cuotas de esta impresentable corriente política se nos han aplicado en cantidades exorbitantes, y en el menor tiempo posible.

Hemos aprendido, por las experiencias recetadas en carne viva y propia, que el populismo es una corriente política que pretende hablar en nombre de las clases populares, utilizando estrategias harto conocidas y compartidas por personajes afines, como siguiendo un mal libreto de actuación, y en donde se trata de hacer una oposición dualista entre el pueblo (siempre bueno y sabio) y una élite (siempre diabólica y malvada), donde predominan los planteamientos emocionales sobre los racionales, la movilización social como eje central de las políticas públicas, donde se vanagloria la ignorancia y se desprecia la evidencia científica, pues el pueblo jamás se puede equivocar, y todo ello azuzado por un líder carismático incubador de las más impensables ocurrencias en materia económica, política, social, cultural y los etcéteras que usted guste y desee.

Como en estos contextos siempre se habla y actúa en nombre del pueblo, es evidente que el ámbito de la aplicación del Derecho a través de las instancias judiciales no va a quedar impoluto de esta perniciosa influencia, siendo materializada ésta a través de dos ideas fundamentales: la pretensión de que los jueces y operadores del Derecho emanen del pueblo a través de su nombramiento por medio del voto generalizado, y la intención de que las sentencias o resoluciones que se dicten en los casos particulares se alejen de la lógica constitucional y legal y se acerquen a un parámetro de justicia en favor de los desposeídos.

La primera pretensión, es decir, la de la elección de los togados por medio del voto popular, es una montaraz ocurrencia equiparable en el ámbito de la aviación a elegir por votación general de los pasajeros quién piloteará el avión, o someter a referéndum el adecuado tratamiento para un cáncer, pues es de entendederas comunes comprender que la ciencia detrás de a la lógica jurídica se adquiere en las universidades y en las prácticas judiciales durante muchos años.

Y respecto a la intención de contar con un cierto tipo de jueces que sean activistas y comprometidos con los valores del populacho, decantándose por los deseos nebulosos de las masas y aplicando el Derecho con independencia de las normas jurídicas que deberían aplicar en cada caso, guiándose por el principio inaprensible del bien común, es otra perversidad propia de los más experimentados demagogos que desde muchos ayeres, como ya decíamos, han engalanado las páginas más obscuras de los libros de la historia universal.

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