ColumnasDr. Guadalupe Estrada R.

Descubriendo a Kundera

Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez

Corrían los años de mil novecientos ochenta y tantos (últimos) y un atajo de montaraces y nuevos intentos de estudiantes engrosaban las aulas de la gloriosísima uazteca, bautizada con este despectivo acrónimo, esta universidad pública, debido a la no menor cerril ocurrencia de alguno de sus infieles miembros por no haber satisfecho sus pretenciones principescas relacionadas con los niveles de alta sociedad que esperaba encontrar en sus ya de por si enmarañados pasillos.

Fue en estos vericuetos académicos donde nos fue propicio codearnos con algunos de los más dignos representantes profesoriles de esa ideología que se ha dado en llamar de “izquierdas”, para diferenciarlas, según se nos adoctrinó, de las derechas fascistas y capitalistas que habría que combatir día y noche, en el aula y en el campo, por los siglos de los siglos, y que, vaya decirlo, estos apoderados de la única verdad verdadera que existe en el ámbito intelectual universitario que es el marxismo rancio y decadente de hacía varias décadas, no tenían empacho en denunciar la injusticia y la corrupción generalizada del gobierno y de la sociedad en su conjunto, pero que, sin reparar en ello ni ver la evidente contradicción en la que incurrían, podían faltar de manera impune a su trabajo, a darnos clases, hasta por semanas o meses, incluso semestres enteros, sin que pasara nada y siguieran percibiendo de manera normal y cómoda, sus inmerecidos emolumentos.

Fue en estos contextos precisos donde uno de los mencionados en líneas precedentes, y más ilustrados profesores, nos sugirió leer La Insoportable Levedad del Ser, texto que, nos dijo, traería nuevos entendimientos sobre la naturaleza humana a nuestras entonces provinciales cosmovisiones, es decir, habría que leer mucho, a cabalidad y a autores como el mencionado, pues de lo que se trataba no era salir del rancho, sino que el rancho saliera de nosotros, se nos dijo.

Debemos entender que, normalmente, los primeros años de la instrucción superior, corresponden a las adolescencias intermedias, donde la edad de la punzada está en su máximo nivel y esplendor, y donde todo descubrimiento, sea este físico, intelectual o emocional, es recibido con gran algarabía y placer más del cuerpo que del alma, por lo que la primer lectura de Milán Kundera nos resultó reveladora de un mundo literario lleno de un erotistmo y libertad sin precedentes, interpretaciones personales seguramente sesgadas debido a que nuestras conciencias de aquél entonces tendían a exacerbar en límites paralelos al nivel hormonal del momento.

Luego cayeron en nuestras manos, por esos mismos tiempos, los textos El Libro de Los Amores Ridículos y La Broma, que sólo vinieron a corroborar que, literalmente hablando, no eramos los únicos seres humanos en el planeta cuyas intermitencias existenciales giraban en torno a las relaciones atrabancadas pero vehementes con el sexo opuesto, la libertad y la negativa a la sumisión a cualquier totalitarismo, fuera este de izquierdas o de derechas.

Y así, hasta deleitarnos, en las presentes contemporaneidades, con casi toda la obra de Milán Kundera.

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