ColumnasDr. Guadalupe Estrada R.

Maquiavelo y Montesquieu.

Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez.

Anotábamos en la entrega pasada que el libro intitulado: “Diálogos en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu” de Maurice Joly, recrea un diálogo imaginario, pero vigente, entre estos dos pensadores que abordan las relaciones del poder y la política con dos metodologías diferentes y casi opuestas. Es un texto imperdible para quien quiera entender estos fenómenos netamente humanos, y explicarse el porqué de las cloacas inevitables que se gestan a partir de su ejercicio, siendo una de sus expresiones más notables el de la práctica de eso que llamamos “política”, donde una serie de sujetos, capacitados o no en ello, se zambullen para probar suerte, bien sea por buenos deseos de cambiar el mundo y mejorar las condiciones existentes de las colectividades, en los menos de los casos, de obtener riqueza mal habida, o simplemente por pura congruencia y consecuencia con los rasgos de su personalidad psicópata o narcisista, en algunos otros. Lamentablemente, lo queramos o no, son engendros y prácticas que jamás de los jamases van a acabarse, en tanto exista la raza humana y en tanto convivan en un espacio más de dos de sus miembros.

Me permitiré trascribir literalmente algunos de los pasajes que recrean ese debate imaginario para que, en primer lugar, el atento lector se entere de que desde hace siglos nada, pero absolutamente nada ha cambiado en la praxis de este fenómeno, y en segundo lugar, haga una analogía sobre los acontecimientos contemporáneos, sin pretender, Dios nos libre, y él lo sabe, apuntar el dedo flamígero sobre ningún espécimen en particular conocido o desconocido, cercano o lejano.

“El hombre experimenta mayor atracción por el mal que por el bien; el temor y la fuerza tienen mayor imperio sobre él que la razón… todos los hombres aspiran al dominio y ninguno renunciaría a la opresión si pudiera ejercerla. Todos o casi todos están dispuestos a sacrificar los derechos de los demás por sus intereses. Lo único que mantiene a Raya a los hombres en la sociedad es la fuerza; también es la fuerza lo que sustenta la jerarquía y los organiza; la fuerza origina el derecho y la ley no es sino fuerza codificada.”

Sobre las sociedades frías y desengañadas y la inagotable cobardía de los pueblos se anota: “en estas sociedades su único estímulo son los goces materiales, que no viven más que por interés y cuyo único oculto es el oro… Sociedades materialistas en el peor sentido de la expresión, en las que hasta el significado de la rebelión se ha pervertido, pues las clases inferiores no hacían hacerse con el poder por amor a la libertad en sí mismo, sino para arrebatar sus riquezas a los poderosos y proporcionarse los placeres que envidian. Lo que el resentimiento materialista odia de la injusticia o la explotación no es el hecho en sí sino que se le excluya o margine a la hora del reparto.”

“En todos los tiempos, los pueblos al igual que los hombres se han contentado con palabras. Casi invariablemente les basta con las apariencias; no piden más. Es posible entonces crear instituciones ficticias que responden a un lenguaje y a ideas igualmente ficticios; es imprescindible tener el talento necesario para arrebatar a los partidos esa fraseología liberal con que se arman para combatir al gobierno.”

“Es imprescindible que las generaciones que nazcan bajo mi reinado sean educadas en el respeto de las instituciones establecidas, en el amor hacia el príncipe; es por esto que utilizaré con bastante ingenio el poder de dirección que poseo en materia de enseñanza; quisiera que la historia de mi reinado se enseñarse en las escuelas en vida mía. Es así como un príncipe nuevo se adentra en el corazón de una generación.”

Esto es, no hay nada nuevo bajo el sol, ni aquí, ni en ningún otro lugar del mundo entero.

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