El mundo al revés.
Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez.
No se a ciencia cierta si a los tres lectores que me siguen, contándo al suscrito, por supuesto, les pasa por su cabeza las mismas ideas y fantasmas ontológicos que me atormentan casi a diario: que el mundo anda de cabeza, al revés, como dicen en la popular jerga, que ahora, valga puntualizar, estará de moda por los futuros que vienen, conceptos tales como pueblo, masas, lo que el pueblo diga, el pueblo no se equivoca, el poder al pueblo, ministros del pueblo, jueces del pueblo, etcétera, etcétera ad infinitum y ad nauseam.
Comentábamos entonces, que la percepción generalizada indica que todo está de cabeza, vuelto al revés, y si no, bastará que giremos la vista a donde quiera que sea. Si vemos al norte del continente, allí tenemos una disputa electoral en el imperio más poderoso de que se tenga memoria, salvo el de la Antigua Roma, guardando las justas proporciones y tiempos entre ambos, contienda electoral, decíamos, entre un desquiciado mental (Furiosi en latín de esa Roma milenaria) y un senecto con inicios evidentes de Alzheimer, por los síntomas, pues, donde hemos sido espectadores de un lamentable circo de pobres en que se convierten los debates por la Presidencia, acudiendo a un duelo que se podría calificar de una trajicomedia del nivel de la vecindad del Chavo del Ocho.
Si direccionamos las lascivas miradas hacia el sur, basta esbozar a Daniel Ortega, Presidente de la República de Nicaragua, que de República sólo le viene quedando el nombre, pues ya no se pueden contar con los dedos de las manos y de los pies los mandatos consecutivos que lleva como primer mandatario, cual Hitlercito de Barriada y todas sus mañas: encarcelamiento de amigos y enemigos, destrucción de instituciones, aniqulamiento de cualquier resquicio de pensamiento racional y uno de los principales pregoneros de la estulticia sin razón de los dictadorzuelos que han azotado desde tiempos inmemoriales a América Latina, que pareciera ser un pasto fértil de los engaños milenarios del poder.
Si usted voltea hacia las Europas, que se dicen ser la cuna de la civilización occidental, origen de las luces del Renacimiento y del mundo y Estado modernos, cuando pasea, digamos, por las calles de París, se encontrará no ya esas lustrosas y otrora relumbrantes avenidas, sino callejonzuelos llenos de excrementos de negros sin hogar, un regadero de pordioseros en todas las esquinas, violaciones y delitos de a cada rato y la ultraderecha más cavernaria montándose en los lomos del caballo de ese estado nacional, en unas elecciones de antología histórica por las
repercusiones mundiales en el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad universales, allí donde dicen que nacieron los derechos de la humanidad entera.
Ya para qué abonar y escribir en este momento un intento de diatriba en contra de la situación de cosas existente en esta nación donde ahora nuestros pies se posan, pues entonces nos pondríamos a llorar mares de esa infinita tristeza, desolación, huerfanismo y pesadumbre que como un crucifijo a cuestas llevamos desde que México es tal.
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