Dr. Guadalupe Estrada R.

Prohibir no resuelve.

Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez.

Debemos considerar dos cuestiones fundamentales en el análisis relacionado con la problemática actual del consumo y tráfico de drogas: en primer lugar, se trata de una complicación que repercute en la salud humana, pues lo que afecta es el bienestar individual y colectivo; en segundo término, la prohibición legal del consumo y distribución de tales substancias es un invento reciente, específicamente una política pública de seguridad que comenzó y se impulsó por nuestro vecino del norte. A principios de siglo, muchas drogas se volvieron ilegales en los Estados Unidos cuando un clima de abstinencia se extendió por allá. En 1914, el Congreso aprobó la Ley Harrison, que prohibía los opiáceos y la cocaína. Poco después se prohibió el alcohol, y en 1918 Estados Unidos era oficialmente una nación abstemia (de alcohol). El resto de la historia es conocida.

La prohibición legal de las drogas no resuelve los problemas de adicción (salud) por varias razones fundamentales, relacionadas con factores sociales, económicos, psicológicos y biológicos.

1. No aborda las causas subyacentes de la adicción. La adicción no es simplemente un problema de acceso a sustancias, sino que suele estar ligada a factores como traumas emocionales, pobreza, desigualdad, problemas de salud mental, aislamiento social y estrés. La prohibición no enfrenta estas causas profundas.

2. Genera mercados ilícitos. Cuando una sustancia se prohíbe, su demanda no desaparece, sino que se traslada al mercado negro. Esto fomenta la creación de redes criminales, violencia asociada al narcotráfico y una economía clandestina difícil de controlar.

3. Estigmatiza a los consumidores. Las políticas prohibicionistas tienden a tratar la adicción como un problema criminal, no de salud pública. Esto lleva a que los consumidores sean marginados, dificultando su acceso a tratamientos, apoyo psicológico o reintegración social.

4. Falta de control sobre la calidad y potencia de las sustancias. En mercados ilegales, las drogas se fabrican y distribuyen sin regulación. Esto aumenta el riesgo de adulteraciones, sobredosis y consumo de sustancias más dañinas.

5. No elimina la demanda. La prohibición no aborda el porqué las personas buscan consumir drogas. La demanda puede mantenerse o incluso incrementarse, especialmente si las circunstancias sociales que favorecen el consumo no cambian.

6. Crea una carga para los sistemas de justicia. Criminalizar el consumo y la posesión de drogas sobrecarga los sistemas judiciales y penitenciarios, desviando recursos que podrían usarse en prevención, educación y tratamientos de adicción.

7. Falta de evidencia de efectividad. Experiencias internacionales han demostrado que la despenalización y el enfoque en la salud pública pueden reducir el consumo problemático y los daños relacionados con las drogas. Por otro lado, décadas de prohibición en otros países no han logrado erradicar el consumo ni la adicción.

Podemos incluso jurar y perjurar que el olor a fentanilo es el mismísimo que se puede percibir en el infierno y que es el aroma predilecto que usa como perfume Satanás, y con ello no se resolverá absolutamente nada.

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