ColumnasDr. Guadalupe Estrada R.

La Grilla Eterna.

Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez

Hace ya algunos ayeres, en nuestras recientísimas juventudes, viajamos a uno de esos países que se hacen nombrar del primer mundo, para distinguirlo, supongo, de segundas, terceras o hasta cuartas humanidades. El viaje era en conjunto con un grupo de directivos de instituciones de educación superior y nos sentíamos de plácemes pues estábamos gozando de los otrora placeres neoliberales que se estilaban, ejerciendo lo que conocía como turismo académico, no sabiendo el suscrito la denominación que actualmente se le da a esta particular circunstancia, por aquello de la Transformación que estamos transpirando.

Alemania, era el entonces destino. Llegamos del aeropuerto directo a un pequeño pueblo boscoso, pues allí se localizaba nuestro primer alojamiento, alrededor de las seis de la tarde y comenzaba a obscurecer. Lo que nos llamó profundamente la atención fue el absoluto silencio y quietud que se podían respirar. Casi nadie en la calle y ningún ruido. Las calles limpias y desiertas. Como un rancho abandonado. Le hicimos partícipe al guía de nuestra primer inquietud y nos explicó que, por ley, ningún hogar o persona podía tener en su vivienda algún tipo de música o ruido que excediera el límite de poder oír un murmullo lejano desde la calle, y que la gente se recogía temprano pues al día siguiente la norma era levantarse tempranísimo para irse a laborar, y, pues, explicó, el descanso aquí es sagrado. Si cualquier persona de parranda, por ejemplo, subía el volúmen de sus estridencias etílicas, la policía podía llegar de inmediato a poner remedio.

En el hotel el agua potable se obtenía directamente del grifo, pues por ley nacional, toda agua que corre por cañerías debe ser para consumo humano. Al día siguiente tomé un periódico local y otro nacional y ambos reseñaban, en su gran mayoría, diversas noticias que se referían al ámibito empresarial: que si tal persona asumió la dirección general de tal sociedad anónima, que las exportaciones de tal marca automotriz subieron o disminuyeron en relación al año anterior, que las tasas de interés de préstamos bancarios no eran competitivas para tal sector, que se abriría una nueva fábrica de componentes electrónicos, y cientos de etcéteras sobre estos tópicos. Debo confesar que, acostumbrado a lo que vivía en mi patria, me asombró la ausencia casi total de noticias del ámbito político y de los políticos, digamos que no llegaban al diez por ciento del contenido de las mencionadas publicaciones.

Por estos lares, en cambio, si abrimos cualquier periódico local o nacional, incluyendo inclusive algunos que se dicen de noticias “financieras” o “económicas” (ya adivinará cuáles), lo que podemos corroborar sin excepción, es que la inmensa mayoría de nuestras crónicas periodísticas se refieren al ámbito político: que el Preciso ya lanzó las corcholatas al ruedo, que una de las corcholatas, mujer, es la preferida, que otra la rebelde y una más ya se fue a santificar a todos los santuarios del País, que si Alito robó, que a éste lo tienen agarrado de las merísimas gónadas con expedientes de una corrupción escandalosa, por eso va a vender a su partido, si no lo vendió ya, que ya hay más embajadores del PRI que gobernadores, que viene un Maximato (lo que ello signifique), que haremos un cambio constitucional para que vaya a la cárcel aquél ingrato que ofenda a un político, etcétera.

Cualquier visitante extranjero que abra un diario mexicano, se dará cuenta de que nuestro pueblo está inmerso en la política, sólo la política y nada más que la política, que lo nuestro es la grilla, la fiesta, las campañas electorales, enaltecer al traidor y al que engaña, coronar la ignorancia, las mentadas de madre a Hernán Cortés, que el calor es culpa del neoliberalismo y que somos el mejor país para vivir del globo terráqueo. Patético.

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