Narcoimpuestos.
Narcoimpuestos.
Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez.
Nada es más liberador para un espíritu atormentado por tanta irracionalidad existencial que escribir lo que realmente se piensa, cuando se está convencido de que las cosas no andan bien por estos andurriales olvidados por la mano de Dios.
Se ha repetido hasta el hartazgo que nuestro sistema impositivo debe ser uno de los más injustos del mundo entero: pocos pagan y son muchos los que se mantienen de esas contribuciones. Digamos que en este ámbito mencionado se cumple también el Principio de Pareto, o la regla 80 / 20, donde el 20 % de la población mexicana le chinga en serio para mantener al restante 80 %. No es broma.
Tome por ejemplo lo que paga al Fisco una persona física catalogada en las clasificaciones de Hacienda como “con actividades empresariales y profesionales”, erogar de impuestos nada más y nada menos que el 51 % (casi) de sus ingresos brutos (algunos abuzados contadores ubican este porcentaje en el 44 %, que de cualquier forma sigue siendo una barbaridad). Ni en la edad media cuando se contribuía con el diezmo. Ojalá regresaran esos tiempos, carajo.
Y ahora con la novedad que se está generalizando a lo largo y ancho del país una nueva categoría de contribuciones que ya cargan a sus espaldas muchos conciudadanos: los denominados “narcoimpuestos”.
Estos consisten en que ciertos grupos delictivos cobran una cuota a productores, comerciantes o directamente a las personas consumidoras finales, por ejemplo, por vender, consumir o realizar ciertas actividades. Son famosos ya las cuotas que en concepto de piso se cobran a los aguacateros de Michoacán, a los limoneros de varios estados, los empresarios constructores, los particulares que construyen una casa, los materialistas, los expendedores de carne, res y pollo, los distribuidores de cigarrillos y bebidas alcohólicas, los tianguistas y comerciantes de huevo, tortilla y frijol, los campesinos que pagan sus cuotas por hectárea sembrada, en algunos lugares todos los productos de la canasta básica están gravados con narcoimpuestos, y ya es de vergüenza señalar que hay muchos municipios que pagan un porcentaje a la maña por las obras públicas que realizan y las adquisiciones que hacen. Y aquí podríamos anotar cientos de etcéteras que harían prolijo, aburrido y hasta vergonzoso señalar aquí. Esto ha provocado que muchos mexicanos paguen por servicios y productos que consumen un 20 – 30 – o hasta 200 o 300 por ciento más que el precio normal.
Y luego nos andamos quejando porque en el extranjero dicen que ya parte del territorio nacional (algo así como las dos terceras partes) ya está gobernado por el narco.
Si entendemos que “gobernar un país” es la acción de dirigir el funcionamiento de un Estado, administrando el poder político para conducir la sociedad hacia fines específicos, estableciendo las leyes, políticas y disposiciones necesarias para alcanzar objetivos como el bienestar común, la seguridad, y la prosperidad, y que ello implica ejercer la autoridad a través de las instituciones del Estado, que están definidas y limitadas por la constitución, y llevar a cabo funciones como la defensa, la conducción de la política interior y exterior, y la administración del presupuesto nacional, entonces si habrá uno de preguntarse: ¿quién carajos gobierna este país?
Posdata: Una cosa es mandar, y otra muy diferente, gobernar.
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