El acompañamiento en tiempos difíciles implica la escucha activa que se ha convertido en la nueva forma de abrazar a quienes amamos
¿Qué hacer y qué no hacer cuando me toca acompañar a una persona en situación de crisis, duelo, o angustia? ¿Qué decir? ¿Qué no decir?, son algunas interrogantes que nos pueden inquietar cuando estamos en este papel de acompañante.
“Saber escuchar es más que tener la capacidad de oír las palabras de los demás.
Es, principalmente, poseer la capacidad de dejar de oír nuestras propias palabras”
David Fischman
Desde que nacemos hemos acumulado un historial de pérdidas o dificultades y ello implica que hemos hecho dos funciones como acompañado y acompañante en la situación que antecede o sucede al entorno de pérdida, ya sea de la salud, de un ser querido o incluso del horizonte de la vida. Ser acompañado en ocasiones se puede dificultar, pero pareciera un poco más llevadero; sin embargo, cuando nos toca acompañar entraña una mesura y un tacto que no siempre podemos visualizar en su momento, posiblemente por el calor de las emociones o porque a su vez somos acompañados.
Sabemos que el duelo sobreviene cuando acontece una pérdida y es un proceso que exige demasiado, pareciera que algunos por tantas pérdidas somos expertos, pero puede ser que no sea así, porque cada pérdida significativa tiene un matiz diferente, siempre hay algo nuevo que aprender, encontrar un nuevo sentido o reconstruir la vida.
De esta manera, a lo largo del tiempo, la humanidad ha desarrollado formas diversas de hacer frente al dolor, al sufrimiento, es de este modo que se han desarrollado los cuidados paliativos, los hospitales de atención a pacientes en la etapa terminal de la vida, fármacos para el dolor, terapias alternativas, la tanatología, entre otros, como una forma de humanizar el proceso del duelo donde más que ver a una persona que padece, es necesario considerar que es un ser humano activo que intenta salir adelante tras la pérdida.
Una investigadora en duelo que acuñó el término acompañar fue E. Kubler-Ross, que ha sido secundado por otros autores como Worden, Neimeyer, Alba Payás que coinciden en que podemos ayudar mucho en el acompañamiento cumpliendo una serie de tareas o pasos que significa pasar una situación de pérdida tales como aceptar la realidad de la pérdida, gestionar las emociones emanados de lo que ha pasado, adaptarse a la nueva realidad donde no está lo que o a quien hemos perdido, recolocar en nuestros esquemas lo que hemos perdido, finalmente crecer como personas es un reto en este proceso, aceptar que no vamos a ser los mismos, que podemos establecer nuevas relaciones aunque todo ha cambiado pero de nosotros depende que ese cambio sea positivo en nuestra persona en nuestro interior.
En este sentido cuando estamos acompañando estamos en un terreno fértil que podemos aprovechar. Entonces, cuando nos toca ser acompañados es importante dejarnos ayudar y vivir nuestro proceso tal como llega, sin intentar reñir ni cambiar lo que aparece nos referimos a los cambios en los pensamientos, emociones, conductas y en la parte física; en cambio, si nos toca ser acompañantes es importante que implica responsabilidad donde se recomienda:
- Hablar poco y escuchar mucho
- Ser claro y preciso
- Respetar lo que vaya decidiendo la persona acompañada
- No ser autoritario o guía, sino más bien como un bastón que no va ni adelante ni atrás sino a un lado.
- Cuando algo no entendamos preguntar qué quiso decir con tal o cual palabra o conducta.
- No interpretar, más bien abrirse a la comunicación
- Ser flexible y creativo, a veces menos, es más
- Ser pacientes con la historia de la persona que ha sufrido la pérdida, permitirle a expresarse, motivarla a sentirse acompañada.
- Abrirse a la comunicación
- Saber identificar si lo que dice la otra persona genera reacciones en mí y delimitar qué es mío y que es realmente de la otra persona.
- Escuchar más y hablar menos
Cuidar estas pautas en lo que dure el proceso de duelo que no tiene tiempo cronológico pueden ser semanas o meses quizás, cuando sea necesario es importante consultar a un especialista en salud mental o a un tanatólogo, cuando vayan surgiendo dudas o inquietudes.
Es más, seamos creativos empecemos desde ya a practicar la escucha activa que es reconocer que el silencio comunica, que a veces escuchamos más para contestar que para entender, que se pueden escuchar también los sentimientos, las ideas, los pensamientos sin palabras, podemos practicar entonces la escucha en nuestra vida diaria hasta que se convierta en un buen hábito, lo agradecerán nuestros seres queridos porque como hemos iniciado escuchar es la nueva forma de acariciar y abrazar a los que amamos y queremos.