ColumnasDr. Guadalupe Estrada R.

Sobre militarizar o civilizar.

Por: Dr. José Guadalupe Estrada

Constituye un hecho irrefutable el que el debate sobre la llamada “militarización” de la seguridad pública en México está plagada de posiciones eminentemente politizadas, que pretenden sacar raja unilateral con una crítica que pareciera en las formas certera y que, además, muchas de las posiciones ideológicas que se han adoptado provienen de plumas esgrimidas por pseudo intelectuales de café, aquéllos que analizan y resuelven los problemas mundiales desde la comodidad se sus amplísimos estudios en los suburbios seguros y enrejados de los mejores y más salvaguardados cotos, separados del resto de los andurriales donde anidan las historias sangrientas de crímenes inenarrables, siendo estos protagonistas de estas discusiones de pacotilla los que, desgarrándose las vestiduras, arengan a las iletradas masas de desarrapados a que se pronuncien y protesten sobre las diferencias conceptuales que existen entre la seguridad pública y la seguridad nacional, sobre las violaciones flagrantes a las disposiciones constitucionales que ordenan que las fuerzas armadas permanezcan en los cuarteles en los sacrosantos tiempos de paz, y los que también consideran violaciones formales a todos los tratados internacionales que existen sobre el uso racional de los ejércitos en labores llamadas civiles, siendo que, los destinatarios de estos elevadísimos conceptos jamás podrán ponerse a reflexionar a profundidad sobre lo explicado, debido a que su mísera existencia cotidiana está llena de las incertidumbres propias de quienes no saben si van a regresar ese día de vuelta a su casa con la vida íntegra o los patrimonios sin trastocar por la criminalidad que los acecha a la vuelta de la esquina, en cada calle, en cada tramo carretero dominado por los delincuentes organizados o no organizados, siendo esto último lo de menos.

Otra circunstancia que habrá que traer a colación también, y que amerita el calificativo de concluyente, porque se puede constatar su existencia precisa en la realidad, es que la llamada intervención de los militares en tareas de seguridad pública se ha venido dando, no de ahora, sino desde hace décadas, o bien, casi desde siempre, pues ha sido tendencia imparable el que los gobernadores de los Estados, los presidentes municipales, y cuanto servidor público relacionado con estos menesteres ha tenido la necesidad de pedir ayuda, debido a que por acción, por omisión, o por negligencia, no ha podido controlar o combatir eficazmente a la delincuencia, lo primero que hacen es tomar el teléfono y pedir una cita con el general al mando de la zona militar más cercana, es decir, siempre las autoridades civiles han acudido al auxilio militar cuando el agua les llega a los aparejos, sin excepción, entonces, aquí siempre cabe preguntarse, ¿porqué tanto mitote ahora?

Es igualmente un acontecimiento científicamente verificable el que, en las condiciones actuales, no existe ninguna corporación, u organización, o cuerpo, o como quiera llamársele, de los llamados “civiles”, lo que quiera que este concepto signifique, que pudiese hacerse cargo, en un corto o mediano plazo, de las tareas de vigilancia y seguridad pública, por lo que, resulta indispensable por lo pronto, encargarles a las fuerzas armadas estos menesteres, mientras nuestros inservibles políticos se ponen de acuerdo a quién encomendárselas.

Como colofón surgen unas ideas al vuelo, que vienen del inconsciente colectivo, por lo que no nos hacemos responsables de su racionalidad intrínseca, por venir, precisamente, de una parte de la mente en donde no gobierna la voluntad manejable: ¿no sería conveniente mejor transformar en civil lo militar, utilizando esa reserva de cerca de trescientos mil efectivos que dicen se utilizan para combatir a un extranjero enemigo, siendo que, tenemos más de cien años que ninguno de esos adversarios imaginarios ha puesto su pie en territorio nacional? Digo, por aquélla máxima en gestión gubernamental que determina el empleo inteligente de los recursos disponibles sin utilizar, entrando así a la “civilización” de lo militar.

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