ColumnasDr. Guadalupe Estrada R.

Sobre Emilio

Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez

Reseñábamos en la semana pasada que Rousseau, en su obra clásica “Emilio o De la Educación”, nos presentaba un esquema filosófico de cómo se debiera educar a un ciudadano ideal, allá por el año de 1762, y la importancia de esta obra, pues fue de las primeras que esbozaron  la responsabilidad del naciente moderno Estado en la educación de la población.

Todos los manuales o tratados contemporáneos sobre la instrucción pública señalan dos competencias fundamentales que se deben lograr en la educación de las masas: la socialización y la adquisición de habilidades para el trabajo. En relación con la primera, es de sobra conocido que los seres humanos debemos vivir en un entorno plagado por nuestros semejantes, y que en el proceso de vivir en él, debemos aprender los usos, costumbres, formas de ser, actuar y de pensar de esa colectividad en la que se vive, simplemente, si se quiere, para poder sobrevivir. También es de sobra conocido que esa sociedad requiere de una serie de bienes y servicios para satisfacer las necesidades que tiene, sean estas básicas (comida, vestido, habitación, etcétera), u otras que derivan de los excedentes que se crean cuando se satisfacen las primeras: moda, entretenimiento, viajes, ocio, y los etcéteras que permita el desarrollo económico del tiempo y lugar en que se viva, entre más riqueza se produzca, se tendrá más posibilidad de ir escalando la Pirámide de Maslow.

En en libro que terminaremos de comentar en esta ocasión, Rousseau pone énfasis en esa necesidad que tienen las comunidades de instruir a sus miembros para realizar un trabajo útil en beneficio de todos: refiréndose al intercambio de bienes y servicios anota que “…a todos nos tendrán en cuenta estas permutas, mas para la realizarlas es preciso conocer nuestras mutuas necesidades, que sepa cada uno lo que tienen los demás para su uso y lo que en cambio él puede ofrecerles… Emilio compende que para adquirir instrumentos para su uso también los necesita para que sirvan para los demás, y con los cuales pueda obtener en cambio las cosas que tiene que menester y que pertenece a ellos. Yo hago que comprenda la necesidad de estas permutas, y a que se ponga en condiciones de poderlas aprovechar… Fuera de la sociedad, el hombre aislado, que a nadie debe nada, tiene derecho a vivir como se le antoje, pero en la sociedad, donde necesariamente vive a costa de los demás, les debe en trabajo lo que vale su manutención, sin que en esto haya excepciones… Quiero por encima de todo que Emilio aprenda un oficio… Así, trabajar es una obligación indispensable del hombre social. Rico o pobre, fuerte o débil, todo ciudadano ocioso es un bribón…”

Visto en retrospectiva, las reflexiones que aquí se contienen, y que fueron esbozadas hace más de 260 años, nos siguen dando luz sobre las tinieblas que en estas actualidades se nos pretenden imponer por los más cavernarios hacedores y deshacedores de políticas públicas en materia educativa, y que tanto hemos venido criticando, ya que, como de todos es conocido, se pretende eliminar de las enseñanzas básicas los cimientos sobre los cuales se construyen otros conocimientos que a su vez serán de utilidad a los ciudadanos de este país para ser personas beneficiosas a la comunidad en la que viven, pretendiendo, por lo que se puede ver, la formación de aprendices de inconformes o rijosos sociales, a imagen y semejanza de quien pueda pensar que la inutilidad y la imbecilidad se van a convertir en los valores del futuro.

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