Dr. Guadalupe Estrada R.

Sobre Entuertos Tributarios

Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez.

En la colaboración pasada despotricábamos en contra del impuesto sobre las herencias que se pretende implementar en nuestro país. Concluíamos, aunque literalmente no lo expresamos de esa manera, que era una contribución injusta, arbitraria, inmerecida y despótica, lo menos fue eso lo que afirmamos entonces.

Partimos de la idea de que el ente gubernamental denominado Estado debe contribuir en grado máximo al bienestar y felicidad de sus habitantes (ideal que se queda en eso, en una buena ideota). Hay muchas formas de llegar a ello. Una de esas es logrando el crecimiento económico, para de allí mejorar las condiciones materiales de las personas. La expansión financiera de una nación, de cualquiera, sea esta socialista, capitalista, fascista, populista, roja, negra o azul, se logra únicamente con inversiones, que a su vez, logran crear nuevos y mejor remunerados puestos de trabajo, la producción y la riqueza, y de allí, se reparte a la sociedad en general. No hay otra forma.

Es por lo anotado que las leyes fiscales deben incentivar, sin lugar a dudas, que las personas y las empresas inviertan sus remanentes para de allí lograr este proceso cíclico generador de riqueza. Cuando en un país o lugar determindo existen normas recaudatorias que en vez de incentivar, contraen o hacen nula la inversión, al imponer contribuciones exageradas o de plano desastrosas, nos encontramos ante un gravísimo problema, pues los primeros afectados son los propios habitantes de esas latitudes, pues al final del ciclo impositivo, ellos son los que resultan dañados en su patrimonio con menos trabajos, o peor remunerados, menos circulación de riqueza, menos ventas, menos dinero en el bolsillo, y, por lo tanto, más pobreza y más pecariedad.

Y pues sí, las leyes ficales arbitrarias eso producenn al final de cuentas: pobreza y marginación.

Se preguntará el atento lector el porqué en algunos, sean estos países, estados o municipios, los gobernantes insisten en imponer nuevos impuestos, aumentar los que ya existen y, en general, aprobar erráticas y erradas disposiciones fiscales. La respuesta es muy simple: el presupuesto nunca en este país ha alcanzado para cubrir las necesidades reales e inventadas, algunas con ocurrencias, de quienes detentan el poder en turno. Y no me refiero a la actualidad, que conste, porque luego se indilgan a estas plumas críticas destructivas que no van dirigidas a nadie en específico ni en particular, Dios nos libre y él lo sabe, pues este mal que estamos comentando no es de ahora, sino que tiene décadas, cuando no siglos, en estar vigente, si no, recuérdese a guisa de mero ejemplo, el famoso impuesto al número de perros o gatos o a las ventanas que se instauró en nuestro país en el siglo pasado o antepasado, dependiendo si decimos que vivimos en el siglo XX o XXI, ya no sabe uno a ciencia cierta.

En la entrega que viene, daremos ejemplos concretos y clarísimos de estos entuertos tributarios.

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