ColumnasDr. Guadalupe Estrada R.

Culpar a la víctima.

Culpar a la víctima.

Por: Dr. José Guadalupe Estrada

Se ha vuelto un fenómeno muy común el que la sociedad en general, y en ocasiones el que las autoridades en particular, ante hechos delictivos graves que impactan las conciencias públicas, tiendan a responsabilizar a la víctima de un crimen por la agresión que ha recibido. Esta anormalidad colectiva se observa, por ejemplo, ante un caso de violación de una mujer, donde se suelen escuchar comentarios en el sentido de que probablemente ella lo provocó por haber vestido de forma inapropiada, o que se drogó o alcoholizó y de alguna forma aceptó implícitamente lo que le pasó, o bien, reprochando el lugar, tiempo y circunstancias en que se encontraba, las cuáles según estas opiniones torcidas, no eran lugares para una chica decente, etcétera.

En pasados días la local sociedad quedó horrorizada y traumatizada por el trágico destino que sufrieron unos jóvenes que salieron a divertirse por la noche y que ya no regresaron con vida a sus hogares. Impotencia, coraje, rabia, cólera, desesperación, miedo, y un sin número de etcéteras podrían colmar esta página para describir algunos de los estados anímicos compartidos con las generalidades; pero también, en el transcurso de estos días se captan comentarios también muy difundidos en el sentido de atribuir algún tipo de responsabilidad a las víctimas por su supuesta conducta insensata en varios sentidos, y que no vale la pena reseñar por no ser el caso, pero que explicitan esa cretina tendencia común de culpabilizar a evidentes inocentes. “Si se hubiesen quedado en su casa no le habría pasado nada” “qué andaban haciendo a esas horas de la noche y en esos lugares”, son algunas de las imbecilidades más recurrentes que se escuchan.

¿Porqué la gente reacciona de esta manera ante un crimen innombrable? ¿Porqué insistimos en culpar a la víctima en vez de condenar al agresor?

Algunos psicólogos sociales consideran que las personas se forman en su cabeza la “hipótesis de un mundo justo”, y que consiste en la idea inconsciente de que lo sucedido es merecido, sea bueno o malo, y que las cosas no pasan por azar, sin por una razón que involucra la moralidad, por tanto, a la gente maligna le suceden cosas malas, y a los rectos y honestos le van a suceder cosas buenas, y como nosotros somos honestos, se razona, pues eso no nos puede pasar.

Otro punto de vista atribuye a un mecanismo de defensa que nos aísla de la realidad, pues al suponer que la responsabilidad es de la persona que ha sufrido un ataque, nos sentimos más seguros porque controlamos la situación y así tenemos la certeza (errónea, por supuesto) de que a nosotros no nos va a pasar lo mismo, esto es, vamos a estar a salvo siempre que hagamos lo correcto.

Lo cierto es que en cualquier interpretación de esta actitud de culpabilizar a las víctimas, se actúa mediante mecanismos de defensa que racionalizan, porque pretenden explicarlas, las atrocidades y brutalidades cometidas por delincuentes y que nos causan un pavor generalizado.

Sin embargo, no debemos olvidar, jamás, que por más que tratemos de construir una justificación equivocada de las circunstancias de ignominia criminal en las que actualmente vivimos, la delincuencia va a seguir muy campante, libre y floreciente, como Pedro por su casa, mientras no se haga lo estratégicamente adecuado para contenerla, y que, por mucho que nos cueste aceptarlo, podemos (yo, tú, el, ella, nosotros, ustedes, ellos, todos) ser las próximas víctimas culpables.

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