ColumnasDr. Guadalupe Estrada R.

Perro con cabeza humana.

 

Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez

El título de esta irreverente arenga pareciera sacada de un museo modernista, o naturalista, esos donde los titulares de los pinceles proponen insípidas realizaciones al óleo tales como “naranja partida por la mitad”, o bien “flor en balcón”, o bien, si se quiere parecer un poco más sofisticado en ésos ámbitos de las excentricidades, “Adán al fondo, recogiendo a Eva, mujer”, o algo por el estilo, pero, no, el encabezado denota la tragicomedia en la que se ha convertido nuestro país, el lugar de los llamados surrealismos, el espacio donde la realidad ha superado, con mucho, a las más descabelladas y aterradoras existencias, para desgracia de las mediocridades andantes que habitamos en estos ya insalubres espacios por la gran cantidad de despojos humanos que se encuentran en las esquinas o rincones de cualquier calle, de cualquier ciudad.

El desastre de inseguridad con el que día a día convivimos nos explota en el aire cada amanecer que salimos de nuestras casas a explorar esos inhabitables exteriores y caminos que se han convertido en la morada permanente de una camada de seres cuya filosofía primordial es la extracción de rentas y de riqueza ajena sin ningún esfuerzo o riesgo alguno, salvo el de morir, cuando la víctima sigue la máxima aquella de que “el valiente vive hasta que el cobarde quiere”; y se desdobla, esta tragicomedia multicitada, en dos ramas primordiales, la primera, aquélla que afecta las individualidades en su tranquilidad, en su paz, en su patrimonio, en su libertad y en su vida, que son los valores más afectados por estas neo realidades que ni en las peores pesadillas de zombies nos imaginábamos experimentar en momento alguno, y, por otro lado, la segunda vertiente se refleja esa inexistencia de un Estado – Nación, pues los fundamentos sobre los que se construyó, que son el de dar seguridad a sus súbditos se encuentran absolutamente socavados, circunstancia en relación con la cual ya hay muchos analistas, de esos que se esmeran en criticar por criticar, realizando esta tarea de manera destructiva, sin proponer nada, decía, ya existen voces disidentes que se preguntan si de facto nos estamos enfrentando ante una delincuencia organizada o bien, si nuestra sustantividad se puede expresar con la sentencia “cuando el crimen organizado es el gobierno”, pues, sugieren estos apologistas del desdén, que haciendo una interpretación de los acontecimientos actuales, podemos decir que nos encontramos ante incógnitas tan trascendentes como lo es no saber, por ejemplo, en materia de esta criminalidad estructurada por las más maquiavélicas y retorcidas mentes, quiénes mandan, quiénes obedecen y, lo más siniestro, quiénes están adentro y quiénes están afuera, o si se trata de los mismos, como teorizan, sólo que con diferentes encomiendas.

Pero si algo habría que poner en la cúspide misma de esta hecatombe bíblica es el hecho irrefutable, demostrable científicamente con cualquier metodología del conocimiento que se quiera, es que nuestra contemporánea clase política se encuentra decidida y definitivamente desatendida de las cuestiones que atañen a las salvaguardas públicas, pues lo suyo de ellos es participar, de viva voz, y de cuerpo presente, es esos circos mediáticos cuyas funciones estelares consisten en demostrar que los adversarios han robado más, durante más tiempo y de manera más descarada, y ya hasta existe una frase célebre, escuchada a una conocidísima titular de un poder ejecutivo local, donde expresó, a propósito de unos moches que iba a recibir: “hasta los narcos me van a envidiar”.

Qué tragedia.

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