ColumnasDr. Guadalupe Estrada R.

Homo Criminalis.

Por: Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez

Terminé de leer el libro titulado “Homo Criminalis”, de la autora española Paz Velasco de la Fuente (Ariel, 2022) y conservé una sensación durante varios días que oscilaba entre la estupefacción propia de quienes viven en los infiernos terrenales sin apenas darse cuenta y la resignación que corresponde a las ciudadanías con conciencias desbocadas en la total irresponsabilidad. Sensaciones del espíritu que derivan de dos conclusiones que sacamos de los datos y hechos que se relacionan en el mencionado texto: por un lado, las comparaciones estadísticas de la violencia que se dan entre los diferentes países del globo terráqueo, para este caso, algunas cifras que se presentan sobre la criminalidad en España, y, por otro lado, la certeza de que, desde que  nos calificamos a nosotros mismos como sapiens, hemos vivido en un espiral de violencia delictiva que es inherente y pertenece a nuestro ADN, pues no ha existido ningún momento en nuestra historia cuando no se hayan practicado, intermitentemente, conductas que dañan la vida, la salud, la dignidad, la propiedad y la existencia misma de eso que llamamos prójimo.

La autora refiere, por ejemplo, en una parte de su obra, que en la Madre Patria se contabilizan actualmente, aproximadamente, unos 400 homicidios por año, reseñando algunos crimenes llamativos que dan idea del grado de crueldad e intensidad del fenómeno delictivo por aquéllos lares. Esta referencia numérica me dejó sinceramente helado, considerando que, aquí, en México, un fin de semana considerado particularmente iracundo puede casi igualar la cifra de asesinatos que por allá se cometen en un año, si, leímos bien, aquí en un fin de semana matan el mismo número de personas que allá en un año, cifra aterradora si consideramos que España actualmente tiene un poco más de 49 millones de habitantes y México aproximadamente unos 127 millones. Y aquí vendría reproducir necesariamente esa cantaleta de que quien siempre ha vivido en el estiercolero, pues no se da cuenta de que puede existir la limpieza, etcétera; o bien, de que es tanta y tanta la violencia que ya somos insensibles y simplemente pasamos por encima de los cadáveres como decir: brinqué una piedra.

En el segundo de los aludidos contextos, es decir, esa capacidad del ser pensante de dañar a sus semejantes que está inbuída seguramente en la misma esencia de la lo que denominamos “humanidad”, no nos queda más que resignarnos a saber que desde que andábamos de un lugar para otro y habitando en las cavernas, matábamos por sobrevivir para ganar comida, territorio y mujeres, y ahora, que tenemos en exceso bienes materiales no nos ha quedado más que inventar el asesinato serial, las películas snuff, los copy cat killers, los incels, la pedofilia, la pederastia, el sadismo, la misoginia, el bullying, las violaciones seriales y multitudinarias, los secuestros masivos, el sicariato, el robo, el fraude, y una lista interminable de linduras que nos califican y cualifican como homo sapiens, o mejor dicho, como homo criminalis.

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